¿Y quién puede tenerlo todo?

“¿Las mujeres realmente pueden tenerlo todo?”, tituló hace algunas semanas la BBC anunciando la sorpresiva decisión de Jacinda Arden de dejar su cargo de Primera Ministra de Nueva Zelanda. El escándalo fue tal que rápidamente debieron retractarse, aunque eso no fue suficiente para aplacar la lluvia de críticas y debates de género que accionaron a nivel global. No obstante, esto también nos lleva a preguntarnos como sociedad qué concebimos es “tenerlo todo” y si realmente debería preocuparnos.

Poder, dinero, fama, salud, belleza, amor… lo cierto es que definirlo parece bastante ambiguo, incluso es difícil señalar a una persona que realmente lo tenga todo. ¿Es esto realmente posible? ¿Debería ser uno de nuestros grandes objetivos en la vida? ¿Acaso es malo no “tenerlo todo”?

Lo cierto es que la vida es un proceso complejo y único, con múltiples matices para cada individuo que se encuentran en movimiento constante, por lo que mi aquí y ahora cambian y nunca son igual al de otra persona. Así, estamos adaptándonos constantemente, tomando decisiones y buscando equilibrios que nos permitan la mayor felicidad y bienestar posible a lo largo de este camino.

Lograrlo requiere gran coraje, proactividad y autoconocimiento, tres características que demostró Jacinda al dar un paso al costado confesando que “ya no contaba con la energía necesaria para el cargo”. Para ella, parte del “todo” necesario para su propio equilibrio, era hacer lo que creía mejor para su país, aunque en esta ocasión significara renunciar a su trabajo.

He visto como muchas personas, especialmente aquellas en posiciones de liderazgo, han hecho carrera asumiendo pérdidas personales y familiares que conllevaron grandes tristezas y vacíos en sus vidas. Incluso trabajé con una compañía donde el lema era “sin llorar”, cuyas elevadas tasas de estrés generaban mal clima laboral y alta rotación. En algún punto comenzamos a convencernos como sociedad de que el éxito, el “todo”, se medía principalmente en función del dinero, poder y status, generando importantes desequilibrios entre la dedicación que se le daba al trabajo versus a otros elementos clave como la salud y la familia. Algo impensado para las nuevas generaciones y que ahora después de la pandemia se ha cuestionado de manera más transversal.

La despedida de Jacinta es un recordatorio de cuán importante es que los líderes, sin importar su género, sean capaces de reflexionar y equilibrar. De hacer un alto en el camino, subirse al balcón, comprender el contexto, evaluar los desafíos y mirar hacia adentro con gran autoconocimiento y humildad para tomar las decisiones correctas. Con modelos de liderazgos como este, seguro más personas se inspirarán en equilibrar mejor el “todo” que realmente sus vidas necesitan.

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